viernes, 22 de noviembre de 2013

La (no) entrevista a Nicolás Cabré


I

Por supuesto que acepto, dije el día que me llamaron por teléfono para anunciarme que había pasado la segunda entrevista laboral. Era una revista de espectáculos, no era muy famosa pero sí emergente. Me puse muy contento: era el primer trabajo que pegaba en un medio luego de tantos call centers.

Mi primera responsabilidad seria era una entrevista. Las primeras semanas sólo fueron notas informativas que conseguía mediante cables: el nacimiento del hijo de una estrella de Hollywood o el nuevo tatuaje de la ganadora del reality del año pasado. La entrevista me parecía peculiar y además entretenida. Nicolás Cabré era un tipo canchero, había laburado en muchos lugares, debía tener unas cuantas anécdotas graciosas.

Una compañera de trabajo que sabía que yo no era muy del palo chimentero me dio una clase avanzada de periodismo obsesivo. Me contó detalladamente la duración, el grado de exposición mediática y la intensidad del romance de cada uno de los amores públicos que había tenido Cabré. Yo sabía que había perdido un hijo antes de que nazca por lo que ese tema iba a ser complicado. Pero también era prácticamente uno de los puntos fuertes del reportaje. Todos esperaban eso, en especial mi editora.

En el bondi a su casa de Palermo fui leyendo las anotaciones que me había hecho. Vivió toda su vida en Mataderos. La pegó de muy chico con una agencia de publicidad por lo que abandonó la escuela. De ahí pasó por algunas novelas relevantes de la época: Son de Diez, Carola Casini, Gasoleros, Vulnerables e Ilusiones. Hizo la película Déjala Correr que gracias al corte del disco que grabó Diego Torres en su vuelta a la música explotó en espectadores. Al año siguiente protagonizó una tira que marcó la moda adolescente poniéndolo como uno de los nuevos sex symbols.

II

Adrián Suar era un actor judío devenido a productor exitoso que había recorrido el mismo trayecto que Cabré sólo que 10 años atrás. Se avivó y congeló la imagen del joven actor por unas cuantas temporadas. Las diferentes novelas que había comenzado a protagonizar mi entrevistado eran un boom de rating: no presentaban variaciones estructurales, la temática era rígida, las historias tenían estereotipos fijados por el público teen y las escenas románticas estaban hechas a la medida de la clase media.

Claro que luego todo quedó en un viento fortuito que duró lo predecible porque Cabré dejó de tener 20 años y empezó a establecer reiterados noviazgos compulsivos. Todos saben que si el galán del momento tiene pareja le aumenta la edad, deja de lucir como un atorrante y sufre una serie de atrocidades que el público femenino ve como poco seductor.

Miraba muy de cerca mi libreta y repetía a ritmo de un cantatito los nombres de todas las mujeres que se habían encamado con el sex simbol de la década del 2000: Celeste Cid, Agustina Cherri, Florencia Torrente, Soledad Fandiño. Tenía que saber todo sobre el entrevistado.

III

Del portero de un edificio muy moderno salió la voz del mismísimo Nicolás Cabré: "Pasá que el encargado te abre". Sabía que su saludo tendría cierto rechazo porque era un tipo algo hosco que odiaba a la prensa. Lo reflejaba en cualquier aparición mediática por fuera de sus novelas. Pasé a su living y me ofreció un poco de yogurt de frutilla que él estaba tomando. Acepté como acto de cortesía, era importante no causarle una mala impresión. No dio mucho lugar a entrar en ambiente porque se ve que de alguna forma mi presencia lo incomodaba. Era evidente que la entrevista le servía para volver a proyectarse en los medios. Los actores de su estilo trabajan mucho a partir de repercusiones en revistas, portales y programas de TV. Así que de a poco se ablandó.

-¿Por qué pensás que alcanzaste tanta popularidad? ¿Por qué creés que tus personajes son tan simpáticos para la audiencia argentina? –le dije buscando su lado intelectual.
-Yo sólo trato de ser lo más profesional posible aunque reconozco que le pongo demasiado empeño a las cosas. A veces soy muy detallista y me fijo en que mi sonrisa no sea tan exagerada, o que las miradas no duren más de 3 segundos. Es importante comprender que en el arte todo es subjetivo, todo impacta de una forma muy particular.

A pesar de no haber entendido su respuesta evoqué una sonrisa cómplice y continué el reportaje. Los temas a tratar estaban memorizados en mi cabeza por segmentos. Las siguientes preguntas fueron sobre sus próximos proyectos en la TV y en el cine. Siempre es mejor que el entrevistado de largos monólogos egocéntricos para poder elevar su ánimo y desmentir que el respeto hacia su figura es falso. Sabía que con el correr del tiempo debía apuntar más al chimento que era lo que había venido a buscar.

-¿Qué opinás de la prensa? -Era necesario que largue su discurso de renegado.
-No le doy bola. Ahora cualquier boludo tiene un micrófono y dice lo que se le canta. Hablan con desparpajo sin importarles nada. Ensucian a todos pero trato de no darles bola aunque es inmanejable. Yo hago mi trabajo y si hablan tanto es porque lo hago bien.

Allí estaba Cabré, en el sillón de enfrente con los pies cruzados y apoyados torpemente en la mesa ratona. Su cuerpo permanecía extendido hacia atrás. Sostenía su yogurt con la misma pose que si fuese un vaso de whisky. Su pera apuntaba más alto que mi cara y a veces hablaba de costado. Sus ceños se fruncían y su voz se pausada cuando charlábamos de cómo se construyó su figura pública. "La gente sabe quién soy -me decía-, la gente no es tan boluda como para comerse todo lo que se dice".

Por mi parte, había logrado el objetivo: Cabré estaba nadando en los mares de la arrogancia. Sólo era cuestión de encaminarlo para sacarle la frase que había venido a buscar.

"¿Y Celeste Cid qué onda? Anduviste de muy chico, debiste haberla conocido bastante". Mi pregunta tan obtusa como pretenciosa. El tipo estaba tomando yogurt, jamás me iba a decir algo del mundo de las drogas. Pero la pregunta tenía que hacerla. Tenía varias fuentes que sostenían cuatro intoxicaciones de Cabré con estadías breves en el hospital durante esa época. Esquivó el tema como lo imaginé. Dijo que jamás había probado nada, que ni alcohol tomaba y que iba al gimnasio cuatro veces por semana. Continuaron las palabras amenas y cuando lo creí preciso me metí en el tema del cual su respuesta titularía la entrevista. Quizás salga de tapa, pensaba.

IV

Nicolás Cabré conoció a Eugenia Tobal mientras grababa una tira en el 2000. Mi compañera me afirmó que en una de las grabaciones les tocó interpretar una escena típica: él era su hermano menor y en el velorio de su padre -detrás estaba el cajón de utilería- ambos se abrazaban muy fuerte. Y lloraban, claro, sin mostrar sus ojos secos de lágrimas dotadas de teatro. En ese momento Cabré estaba empezando a salir con Celeste Cid y si bien ella no era virgen, le pedía que la espere para estar segura de que sea el hombre indicado. Cuestión que Tobal, al abrazarlo y sentir un bulto joven y firme sobre su cintura, decidió no dejar pasar la oportunidad de encamarse con el pendejo que se encaminaba a ser lo que fue: el galancete de la década.

Diez años después se encontraron en las grabaciones de una de las últimas tiras que Adrián Suar apostó a Cabré como personaje central. Ella estaba teniendo un ascenso significativo y él estaba de vuelta. Sabía que no le quedaba mucho a la fórmula del sex symbol. Lo había charlado con su psicóloga por lo que decidió, tras un reencuentro fugaz, casarse con Tobal. La decisión era tajante. Cinco meses después festejaron en un salón donde invitaron a todos los medios para que encuadren la imagen que les haría vender fortunas en la tapa de los semanarios. La fiesta fue transmitida no sólo desde programas de chimentos sino también desde noticieros. Pero el romance duró sólo unos meses. Mi compañera afirma que cuando Tobal anunció que estaba embarazada la intensidad del amor era de apenas 2 puntos. Finalmente tras perder al hijo, divorciarse y ver publicadas en una revista las fotos de su marido a los besos con una pendeja, le inició una demanda millonaria.

Mi compañera me afirma con su vida, aunque hay que aceptar que su vida vale muy poco, que Cabré tuvo dos intentos de suicidio. Que las últimas intoxicaciones intestinales fueron eso, suicidios fallidos. Que el pánico que mostró en una entrevista radial que dio pocos días antes de que se haga público que esperaba un hijo daban cuenta que estaba tomando muchas pastillas. Mi compañera usó el término empastillado hasta la manija.

V

-Decime la verdad,  te cagaste un poco con eso de tener un hijo, ¿no?
Sin titubear, con cara de aliviado, me dijo:
-Sí, te juro que me cagué mal. Un pibe es demasiada responsabilidad, man.

A la semana de salir publicada la entrevista, su actual pareja confirmó en un programa de TV de la tarde que estaba embarazada y que “Nico casi se muere de la emoción cuando le di la noticia”. No sé por qué pero en ese momento me vino a la cabeza la viscosa consistencia color rosa del yogurt moviéndose en el vaso de Cabré, que sostenía desde arriba con la yema de los dedos y agitaba circularmente como un gánster despreocupado.


*Entrevista (no) realizada a mediadios de noviembre del 2012 y (no) publicada el 14 de marzo del 2013.

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