Son las 22:45 de un miércoles. Recién entro a mi casa.
Esta semana me cambiaron los horarios así que salgo más temprano de trabajar.
Prendo la notebook, abro la ducha y me pongo a ordenar un poco las cosas que
tengo tiradas por todos lados: zapatos, facturas impagas, libros, platos
sucios, camisas, vasos. Me saco la ropa, pongo música en Grooveshark y entro a
bañarme. Siento que suena el timbre así que salgo, todo mojado, a atender el
portero. Es Raymond.
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Mi grupo de amigos de la infancia siempre tuvo la
costumbre de inventarle varios sobrenombres a una misma persona. No sé de dónde
habrá salido pero la cuestión es que a mí se me pegó incluso con quienes no pertenecen
al grupo. Raymond es en realidad Ramiro. Quedó como una norteamericanización de
su nombre –si es que tal cosa existe- y además, porque es el nombre de pila de
un pensador culturalista de apellido Williams que a ambos nos encanta.