miércoles, 7 de agosto de 2013

La no escena


La escena
que se conforma
de un diálogo estrambótico
entre una pareja de mediana edad
atrapada en algún canal perdido del trentipico;
la luz borrosa e inconclusa
que se filtra por el vidrio grueso
muy grueso
de la ventana que da hacia afuera;
dos botellas,
una dentro de un vaso grande de telgopor
envuelto en plástico
con insignias que remiten
a la cultura germánica;
el cenicero de tronco cortado
lleno de puchos consumidos
y un logo de goma
pegado en un costado
que dice MIRAMAR
donde la M es un rostro ilusorio;
el olor rancio pero soportable
que exhala el combo de un pasado intenso;
el sonido inquietante
del agua de la ducha
como alfileres
que golpea con slide
la cortina floreada del baño;
los apuntes de Comunicación II
con la cara del militante asesinado
por la mafia estatal
estampada
con una sonrisa
en la hoja que le pone tapa
a la torre serial de papeles;
el paquete de lillos negro
con letras cromadas
sin serif
O-C-B
y al lado
pegadito
con tinta roja y casera
O-NO-C-B.
La escena,
la calma escena,
la sospechosamente calma escena
se modifica,
se transforma
cuando
entre las pelusas,
las migas
y los nudos de pelos
de seres vivos o no vivos
bajo la madera sin barnizar
de una cama recta
brota un estruendo,
un ruido
que sigue,
no se detiene,
polifónico;
la luz
de una pantalla pequeña
que dice
llamada entrante
número desconocido.