I
La redacción es un pozo del que todos
quieren salir. Todos dicen ésto está
podrido. Y luego, de forma consiguiente, aparece el desafío de que hay que salir antes de que explote todo.
No hay tantas variaciones a esas frases que se repiten en los pasillos, en
algunos chats secretos y en la entrada del edificio cuando entre los fumadores
se acaban los temas de conversación.
Cuando alguien me dice que la redacción es un pozo se elabora en mi
cerebro una imagen extraña. Imagino el pozo como una bolsa de consorcio
extremadamente larga donde las paredes son sucias y pegajosas pero firmes,
todos estamos sumamente apretados y nunca dejamos de mirar hacia arriba donde
se ve un orificio amplio y lejano con un dignísimo cielo celeste.
La metáfora es prolija. Si explota el
pozo todos nos quedamos atrapados para siempre. Y cualquier cosa que sea para
siempre es malo. Entonces hay que
salir, como sea. Muchos lo lograron. Otros hace 10 años que permanecen en el
intento. La jugada siempre es individual. Porque para poder salir es necesario
hacerla de callado, no levantar la voz.
II
Trabajar los fines de semana es la
muerte; con todas sus connotaciones artificiosas posibles. La llegada a la
redacción siempre es maldiciendo. Al patrón, a Dios, al destino, a los fondos
buitres, a Gerardo Rozín, a quien sea. Y siempre es con resaca.
A las nueve de la mañana ya hay
medialunas. Esto se logró a raíz de un reclamo gremial. Hoy las medialunas
están buenas, sabrosas, no como lo están generalmente. Seguro se cambió de
panadería o mi apetito perdió el poder de degustación. Todo lo que se gane a
raíz de un reclamo gremial es bueno.
El clima laboral es distendido. Al
menos al mediodía. Nadie habla, todos están concentrados trabajando. O mejor
dicho: haciendo que trabajan, porque las noticias bajan su densidad y la
inmediatez no tiene el mismo calibre de la mañana. Entonces comienzo a navegar; y cuando digo navegar me refiero a dejarme llevar por
el mar colorido de la web esperando que pase el tiempo. Quizás esta sea la
única forma de aprehender datos que jamás buscaría si estuviera consciente.
Y navegando descubro cosas. Cosas
fascinantes que duran en el pensamiento un día, a lo sumo dos. Luego se van.
Principalmente por su intrascendencia a la hora de modificarnos la vida. Mi
teoría es que esas cosas quedan guardadas en un rincón húmedo de la memoria.
Nunca salen, están ahí, juntando mugre. Pero ayudan a comprender mejor el mundo
o, al menos, a conocer que hay vida en los lugares inútiles del planeta.
III
Empiezo en la política: 96 muertos en
China por un ataque a una comisaría. Apa, ¿tanto? Hay una zona conflictiva, la región
musulmana de Xinjiang, donde hace años se hinca la idea separatista de la
comunidad uigure. El Congreso Mundial
Uigur dijo en 2009 que hay 20 millones de uigures estando su gran mayoría en la
provincia de Xinjiang. Pero, ¿qué pasó? No se sabe muy bien. Los datos los
brindó la agencia de noticias oficial Xinhua: “Una banda armada con cuchillos y
hachas atacó una comisaría y oficinas del gobierno”.
El Gobierno chino impone las reglas.
El gobierno chino dice que hay 56 grupos étnicos diferentes. La etnia uigur es
uno de ellos. El problema con los uigures es que tienen su propio idioma, su
propio alfabeto, su propia religión y además quieren tener su propio
territorio. Pero el Gobierno chino dice que no. Entonces reprime. Pero como
detrás de toda represión física hay una jugada ideológica detrás, el Gobierno
busca erradicarlos. En China, la comunidad mayoritaria es la han con un 92% de la población total del
país. La jugada es hananizar la
provincia, no sólo por medio de la fuerza represiva sino también por la bendita
burocracia donde el 35% de los han
ocupan un grato puesto en la administración pública.
Los hechos ocurrieron un lunes pero,
como el Gobierno chino impone las reglas, fueron informados el sábado. El dedo
de la República Popular China apunta a un grupo de liberación llamado
Movimiento Islámico del Turquestán Oriental (MITO) que hace varios años
lograron que la comunidad internacional (la comunidad internacional se reduce a
Estados Unidos y la ONU) los catalogara como terroristas. Hace un mes el
Gobierno ejecutó a 16 de sus miembros. El Tribunal Supremo del país lo
dictaminó sin ningún problema.
Algunos especialistas dicen que el MITO
es en realidad un arma propagandística del Gobierno chino para reprimir uigures
y terminar con el fantasma separatista. El saldo que comunicó la agencia Xinhua
fue: 59 terroristas y 37 civiles murieron, 13 civiles resultaron heridos y 215
terroristas fueron arrestados. La palabra terrorista
se usa de forma compulsiva y mal.
IV
Luego de saciar mi apetito voraz por
la política exterior me sumerjo en trivialidades. Claro que la idea de que algo
sea trivial es interpretativa. ¿Acaso la historia no es una sucesión de hechos
narrados por un vencedor? Y si ese vencedor que narra la historia está haciendo
una interpretación selectiva, ¿cómo decidimos catalogarlo de hecho no trivial? ¿No
es acaso una ficción más? Sí, eso es ficción. Entonces aparecen ficciones diminutas,
intrascendentes, bizarras y graciosamente anecdóticas.
Como la ficción de Betty Jo Simpson, una
mujer de 80 años que vive en Jeffersonville, Indiana. Ya no vive porque murió,
esa es la noticia. La magnitud de su fama es realmente llamativa. Tenía una
cuenta de Instagram donde subía fotos poniéndole onda a su cáncer de pulmón. Y cuando digo onda me refiero a tirar besos, guiñar un ojo, inflar los cachetes,
sacar la lengua, levantar los brazos o poner los dedos en V. Todos se enteraron
de su muerte cuando en su cuenta, grandmabetty33,
apareció una foto de un perro triste sentado en una silla mecedora. El perro se
llama Harley, es la mascota de la mujer, y se sobreentiende en su mirada y en
el hocico apoyado sobre sus patas que está triste. Quien sacó la foto (67.725 likes, 21.130
comentarios) logró capturar ese momento único de expresividad donde lo que se
quiere decir y lo que se está diciendo está en una sintonía casi perfecta.
O como la ficción de Geraldine Jones,
que conocer su historia provoca un revoltijo místico en el estómago. Cuando le
detectaron cáncer de mama decide hacer una promesa. Como si hubiera una balanza
capaz de eliminar una deuda caprichosa. Luego de cuatro años de quimioterapia logró
vencer a la enfermedad –nótese el
triunfalismo del término vencer- y viajó a una hermosa península llamada Gower,
al sur de Gales a cumplir la promesa: galopar en un caballo sobre la arena con
el sol en la cara y el viento en el pelo. Pero a veces se producen
manifestaciones que parecen estar dotadas de una fuerza supernatural. Geraldine
Jones cae del caballo y muere.
O como la ficción del brasileño que
gastó más de 50 mil dólares para parecerse a Kent, el muñeco puto de Barbie. O
el horrendo orangután que atacó a una estudiante de veterinaria en México. O el
hotel hawaiiano que ofrece de atracción turística un denso enjambre de abejas.
V
El sólo hecho de pensar que el
promiscuo repertorio de contenido que prima en los grandes medios digitales fue
escrito por personas de carne y hueso es aliviador. Aliviador en el sentido que
siempre habrá alguien peor. Y cuando
digo peor no me refiero a una devastadora
hambruna africana o al suspiro de un palestino cuando escucha un estruendo o al
mismísimo cáncer, sino al simple hecho de observar detenidamente a quienes
ocupan ocho horas de su vida diaria en una actividad que detestan.
La redacción es un pozo y todos
queremos salir. Está oscuro acá. Por las mañanas hace un calor húmedo
insoportable y por las noches el frío nos congela los pies. No hay música, sólo
se escucha el ruido regular de un grillo que se patea el ala cada un
microsegundo. Estamos apretados. Muy apretados. Y somos demasiado idiotas como
para hacernos piecito y salir.