martes, 26 de marzo de 2013

No me gustan las personas que


No me gustan las personas que
usan metáforas del tipo la soledad me hizo un piquete.
No me gustan porque
al oír el sonido que sale de su boca cuando yo imagino que lo dicen,
que en realidad lo escriben
y por Twitter,
tienen un brillito zonzo en la mirada.

No me gustan las personas que
cuando se suben al subte
hacen todo lo posible por agarrar un asiento.
En un vagón de pocos metros
corren,
saltan,
dan vueltas a carnera
para primeriar a los colgados
ese lugar de comodidad precoz.
No me gustan porque
cuando se sientan
sacan del bolso
un novedoso libro de autoayuda.
De autosuperación personal,
dicen
para amortiguar el impacto de la lástima.

No me gustan las personas que
desploman toda su compostura en la red social azul.
No me gustan porque
se suelen escarbar con una cuchara de madera
para sacar de sí 
y arrojar
como un vómito liberador
(innecesario para los comensales del mismo bar)
sus pensamientos más brutales
sin la mínima digestión.
Como si el time lime
no fuese la vida misma.

No me gustan las personas que
le dan un excesivo valor,
exageradamente verosímil,
a la palabra felicidad.
No me gustan porque 
se autoconvecen de que
tal cosa existe.
Así como Dios.

No me gustan las personas que,
desprovistas de todo tamiz crítico
e introspección fructífera,
eligen permanecer
en la cómoda tontez de estar vivos.

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